jueves, 4 de febrero de 2010

Ya nadie, ni ellos sabían si era un amor o una enfermedad. Él iba y venía continuamente, ella día a día trataba de superarlo, cada tanto decia haberlo superado y a veces también caía en la realidad y sólo lloraba. Él no hacía más que prometer cosas que jamás cumpliría y con esto no hacía más que lastimarla. Cada vez que él prometía ser diferente ella peleaba consigo misma por creerle, pero no podía confiar en él, eso decía. Lo único que no le creía era cuando él le decía que ya no la amaba. Todo lo demás lo creía, todo. Si él prometía llevarla a la luna, sin dudarlo, ella preparaba las valijas. Al esperarlo, esperarlo, esperarlo y seguir esperándolo sin respuesta alguna, se daba cuenta que nunca llegaría, lloraba hasta deshidratarse por completo y después solo restaba hacerse la que nada había pasado y por supuesto, se prometía no creerle nunca más. Era siempre lo mismo, el volvía con otra de sus mentiras y ella automáticamente e inconcientemente volvía a creerle cuando en el fondo sabía cómo eran las cosas. Es hoy que todo sigue así, ella sigue con su vida y es feliz o parece serlo. Y el decide engañarla cada vez que se da cuenta que realmente la perdió, que su vida sigue con el o sin él formando parte de ella. Y a pesar de haber llorado mil y un veces por él, ella siempre mantiene la esperanza de que cambie y sean felices juntos, y sólo por esa esperanza, está dispuesta a llorar mil y un veces más.

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